Una cepa que más que una cepa es un cuento de 170 años de historia y muchas manos trabajadoras como protagonistas.
Cada 17 de abril, las copas se alzan en Argentina y el mundo para rendir tributo al protagonista estelar de la historia de la vitivinícola en el país: el Malbec. Una cepa que encontró en estos suelos su mejor expresión y se convirtió en ícono global. Hoy, representa más que un varietal: es la identidad, la cultura y es la marca país.
Originaria de la región francesa de Cahors, la uva tuvo un andar turbulento en el Viejo Mundo. Nació del cruce entre las variedades Magdeleine noir y Prunelard, pero su suerte cambió a finales del siglo XIX cuando una epidemia de filoxera en 1877 devastó los viñedos europeos. Así comenzó un derrotero que la llevó a hoy por hoy ocupar un lugar muy marginal entre las cepas tintas.
Su “segunda oportunidad” llegó en Argentina. En 1853, el agrónomo Michel Aimé Pouget introdujo esta variedad en Mendoza, como parte de un proyecto gubernamental que también dio origen a la Escuela Nacional de Agricultura y se aprobó un 17 de abril. Sin saberlo, el francés sembró la semilla de una revolución enológica, y ahora celebramos ese día como Día Mundial del Malbec.
En la actualidad y según el último informe del Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV), el Malbec ocupa 47.064 hectáreas en el país, el 23,5% del total de viñedos y más del 42% entre las tintas destinadas a vinos. La superficie cultivada ha aumentado un 19,2% en la última década.
Está presente en 18 provincias, aunque Mendoza concentra el 84,7% de toda la superficie nacional (casi 40 mil hectáreas), seguida por San Juan y Salta. En Mendoza creció un 16,9%, durante la última década, mientras que en San Juan un 37,1% y en el resto del país un 31,5%.
La venta de vino Malbec alcanza hoy el monstruoso número de 254 millones de litros, entre varietal puro y corte con otra uva. Monstruoso en comparación con otras uvas. De hecho, 62,5% del total de vinos varietales comercializados por el país corresponde a este varietal. Un 51,4% corresponde a los litros exportados y el restante 48,6% se comercializa en el mercado interno.
Aún así, ese predominio no siempre fue tal. Hubo 100 años de crecimiento en el auge de la vitivinicultura comercial hasta la década del sesenta, otros 30 años de retroceso víctima de una industria que hasta los noventa priorizó la cantidad y no la calidad; hasta que asistimos a otros 30 años de evolución.
Motivo suficiente para brindar. Porque el Malbec no solo resistió, se reinventó. Hoy el Malbec se vinifica en estilos cada vez más diversos, desde varietales intensos hasta blends sofisticados o versiones más frescas y frutadas. Algunas hasta blancos.
Detrás de cada copa de Malbec hay casi dos siglos de historia y miles de manos trabajadoras. El Malbec, más que una cepa, es una historia bien contada.