Las hectáreas de viñedos sembrados han disminuido considerablemente desde el 2010, pero la proporción de esos viñedos que el INV habilita para vinos finos creció significativamente. El detalle por tipo de uva y provincia.
La Ley 25.163 sancionada en 1999 y su decreto reglamentario emitido en 2004 establecieron las normas generales para la Designación y Presentación de Vinos y Bebidas Espirituosas de Origen Vínico en Argentina. Con ella se establecieron los criterios para el uso de las Indicación Geográfica (IG) o las DOC, que entre otras cosas están reservadas exclusivamente para vinos de calidad.
Es decir, en la misma ley y todas las resoluciones que le sucedieron, se estableció cuál es el listado de uvas aptas para la elaboración de vinos de calidad. Todas las uvas que no estén incluidas solo pueden usarse en vinos genéricos con un tope de alcohol.
Este 9 de diciembre pasado la lista se unificó con la inclusión de la variedad Torrontés Sanjuanino y ahora pasó a ser de 50 variedades, entre las que hay tintas, blancas y rosadas. Esas variedades de uvas ya implican más de la mitad de las plantas de vid sembradas en Argentina, más allá de la amplia demanda de vino genérico, principalmente en el mercado interno.
Así lo reveló un reciente informe del Instituto Nacional de Vitivinicultura, que relevó el crecimiento de las plantas de uvas aptas para vinos de calidad en comparación a los distintos censos que se llevaron a cabo en el suelo nacional, en 2000, 2010, 2020 y el último estudio de 2024.
EL informe hace además una comparativa con respecto a la evolución de la totalidad de las plantas de vid, que actualmente es de 201.095 hectáreas, similar a la que existía en 2000 pero un 7,6% respecto al año 2010. Es decir, distintos factores han achicado el porcentaje de viñedos en Argentina.
Sin embargo, y como dato más sobresaliente del informe, la cantidad de viñedos destinados a vinos de calidad mostró la tendencia opuesta. Las plantas de variedades de Alta Calidad Enológica han aumentado un 20,7% respecto al año 2000 y apenas registran una caída del 1% respecto al año 2010.
Hoy por hoy, la participación de las variedades de alta calidad enológica en el total de uvas aptas para elaboración de vino es del 74%, mientras que en el año 2000 era de 60,4%. Esto demuestra el interés de la industria por hacer lugar a los cambios en los hábitos de consumo, tanto en el mercado interno como externo, que están trazados por la premiumización.
Por tipo de uva y provincia
Otra tendencia que se viene viendo con el correr de los años es la “tintificación”, es decir, el reemplazo permanente de uvas blancas -que están en caída- por tintas y rosadas, cada vez con más crecimiento.
Para ponerlo en números, las tintas dominan con el 77,6% de las variedades de alta calidad sembradas, mientras que las blancas representan el 21,9% y las rosadas el 0,5% restante. Si analizamos estos números con respecto al 2010, las tintas aumentaron un 8,9% en volumen sembrado, las rosadas un 35,7%; mientras que las blancas cayeron un 25,4%.
Otro dato llamativo es que no son las principales provincias elaboradoras de vino fino como Mendoza, San Juan y Catamarca las que tienen mayor proporción de uvas para su elaboración sino, por el contrario, las que menos tienen. De hecho, son provincias elaboradoras de mosto, que utiliza la uva Cereza, una de las más sembradas y que no forma parte de la lista de las 50.
En cambio, las provincias más dedicadas a los vinos finos son Santiago del Estero (la totalidad de las 8 hectáreas que tiene sembrado), Chubut, San Luis y Salta; todos por encima del 99%.